domingo, 14 de diciembre de 2008

Business Gospel

Una fría mañana del pasado noviembre, me desplacé a Harlem de Nueva York en busca de una misa gospel. Era un domingo lluvioso y no había mucha gente por la calle. Localizamos varias iglesias en las que se estaba preparando la liturgia, aunque acabamos descartándolas por la llegada de autobuses con turistas que acudían en masa. Parecía que cada iglesia que localizábamos estaba predestinada a recibir un grupo turístico. Nuestra idea era asistir a una misa en la que no hubiera nadie o casi nadie ajeno. Por eso habíamos descartado la Abyssinian Church la más famosa de las iglesias “Gospel”.

Localizamos una iglesia donde nos recibió una simpática anciana indicando que aquello era una iglesia episcopal, que ellos también cantan pero que no dan palmas, que si nos interesaba era lo más próximo al catolicismo que podíamos encontrar en la zona. No era lo que buscamos, así que tras una despedida afectuosa nos dirigimos a la iglesia de enfrente en la que ya habíamos entrado unos momentos antes y nos había convencido el ambiente. Todo había cambiado, aquello era un hervir de turistas, pero como ya no teníamos tiempo de localizar otra iglesia nos quedamos. Al principio nos obligaron a subir a un anfiteatro destinado para los blancos, allí nos preguntaron que a qué grupo pertenecíamos, evidentemente nosotros no éramos de ningún grupo así que no había sitio para nosotros. Volvimos abajo y nos colocamos entre los feligreses, aunque hubo un poco de resistencia al principio fue fácil vencerla. Ya estaba todo listo para empezar, arriba los guiris y abajo los afroamericanos con algún espontáneo.

Un coro inició las canciones mientras una maestra de ceremonias iba dirigiendo al grupo y lanzando mensajes a la parroquia. Mientras tanto un grupo de azafatas se dedicaba a ayudar a que todo saliera bien, colocando al personal que iba entrando o señalándome en que página del libro estaba la canción de cada momento. Tras cada intervención, el grupo de azafatas realizaba una coreografía tras el último banco siguiendo a su líder. Hubo un momento en que se colocaron unos hombres venerables ante el coro y la azafata jefe me mando a caminar hacia al altar. Le dije que no sabía qué tenía que hacer y me respondió que no me preocupase que siguiese a una mujer que había comenzado el paseo, sin mucha alternativa inicié yo también la marcha. Al llegar mi antecesora al centro de los hombres venerables introdujo un sobre en una urna. Yo no tenía nada para la urna así que me tuve que contentar con saludar con la cabeza y volver a mi sitio.

Entre las canciones que cesaban de entonar el coro, se lanzaban mensajes de alabanza. Según la maestra de ceremonias había que rezar por Obama ya que sobre sus hombros recaía el peso del mundo, y a su vez Dios llevaba sobre sus hombros a Obama. Otros mensajes fueron destinados a los que sufren en Irak, no llegué a entender si se referían a sólo a los soldados o a todas las victimas de la guerra. Finalmente para que no quedase nadie fuera de la plegaria se mencionó a todos aquellos que sufren y no son conocidos.

Las canciones que se interpretaban, o mejor dicho oraciones musicadas, eran cada vez más emotivas. Los cantantes tenían el nivel de auténticos profesionales y la parroquia acompañaba con las palmas y un contoneo harmónico. Las azafatas pasaron unas grandes cestas para las ofrendas. Al momento observé que los turistas del primer piso se iban en grupo. Las afatas escoltaban las puertas con sus grandes cestos donde iban cayendo los billetes. Ya les gustaría a los curas católicos en España poder tener este negocio, pero claro les falta mucho para poder convertir a las siesas misas católicas en algo más ameno, ya que por lo que se ve ya no interesan ni a los mismos católicos.

Con la salida de los visitantes ajenos, la ceremonia se volvió más íntima, la música bajó su tempo y los mensajes comenzaron a ser muy emotivos. Durante unos momentos la mitad de los feligreses se acercó al altar y allí se abrazaron todos juntos para orar en grupo. Fue un momento enternecedor tras el cual todos volvieron a sus sitios y se continuó con las baladas. Estaba todo listo para el clímax y aquí fue cuando algunas personas fueron entrando en éxtasis espiritual lanzando unos gritos de aleluya que ponían los pelos de punta. Toda la espiritualidad africana estaba brotando, era una misa gospel pero igual podía haber sido una ceremonia vudú en Haití. La religión es sólo una de las capas de la compleja espiritualidad africana.



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