lunes, 3 de noviembre de 2008

Budista, Remoto y Globalizado

Viajar a países lejanos y lugares remotos no es garantía de romper con todo y quedarte aislado. Y para ejemplo mi encuentro con un monje budista al que conocí ya hace años cuando el mundo estaba menos globalizado.
Todo empezó con un viaje a Bangkok a donde nos habíamos dirigido para tramitar el visado para Birmania. Tres días tardaron en poner los sellos, dos horas me llevó comprar un billete a Rangún. A partir de aquí el viaje siguió en coche alquilado con chófer. Las carreteras eran tan malas que impedían superar los cincuenta por hora de media, aunque esto tenía la ventaja de ofrecer un paisaje en cámara lenta. Dos días más de periplo nos dejarón a orillas de un lago llamado Inle y conocido por la peculiar forma de remar con los pies que tienen sus habitantes. En el centro del lago se encuentra el monasterio de Nga Phe Chaung. Se trata de un palafito, anclado en el lago por unos troncos macizos. Desde el embarcadero navegando en fuera borda hay cerca de una hora hasta el monasterio. En el monasterio viven unos pocos monjes aislados de la tierra firme por unas aguas tranquilas. Los lugareños visitan el templo en familias, vienen a compartir con los monjes su comida y a cambio se llevan paz espiritual. Allí entre los monjes había uno con pinta de espabilado, que ocupaba las horas muertas en la complicada tarea de amaestrar gatos. Los gatos realizaban piruetas a través de un aro o los brazos del monje.

Inicié una conversación con él y en un momento inesperado me miró serio y dijo: - ¿Es cierto que a Figo lo ficha el Madrid? La sorpresa inicial, por lo simpático del comentario, dejó paso a cierta desazón. Se había roto el encanto del momento. Hubiera esperado que la conversación derivase a temas locales, no había llegado hasta allí para hablar de fútbol. Para seguir con la dinámica, los gatos tenían nombres de actores de Hollywood como Brad Pitt o Bruce Willis. ¿Qué hacía este tipo en ese lugar?



En un inglés excelente me confesó que era un disidente huido y que desde ese rincón apartado seguía con fascinación lo que ocurría en el mundo con una radio de onda corta en espera de tiempos mejores.


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